Mi nombre es Andvaranaut
- raulgr98
- 6 ene 2023
- 5 Min. de lectura
Desconozco como fui forjado, y que artes oscuras participaron en mi nacimiento. Mi primer recuerdo son las manos callosas del enano Andvari, de quien tomé mi nombre. Desde el primer instante me supe especial, y mi talento solo fue creciendo con los siglos: a mi amo lo hacía invisible, lo hacía invisible, pero sobre todo lo hacia rico. Ese fue siempre mi gran poder, quien contara con mi favor no sólo encontraba con facilidad y rapidez oro, sino que este en sus manos se multiplicaba.
Gracias a mí, Andvari se convirtió en poco tiempo en el ser más rico de los nueve reinos pero pronto me aburrí en su torreón. Mi amo no me dejaba salir para explorar el mundo, pues temía que me apartara de su mano, pero yo siempre ambicioné más, siendo mi única diversión aquellos momentos en que juntos asaltábamos a los viajeros.
Fue hace ya mucho tiempo, pero aun recuerdo mi última mañana con mi codicioso amo. Juntos divisamos a nuestra próxima víctima, un joven alto, de cabello rizado y sonrisa maligna. Una parte de mi quería advertirle a Andvari que aquel ser era demasiado peligroso, pero callé porque vi en él un alma afín, y la oportunidad de cumplir mis deseos de crecer más allá de mi torreón.
El viejo enano, que tan astuto se creía, cayó directo en la trampa. Tan solo unos minutos habían pasado y colgábamos ambos atrapados en una tramposa red. El extraño se identificó como Loki, dios de las mentiras y nos contó una pequeña historia a carcajadas: unos días atrás había atrapado a una nutria en el arroyo y por simple diversión había decidido retorcerle el cuelo y despellejar el cadáver.
-¿Como esperaban que supiera que al príncipe le gustaba tomar el sol convertido en nutria?-decía-Pero ahora el viejo Hreidmar no me dejará en paz hasta que la piel de su amado Otr quede cubierta por completo de oro. ¿Pero por qué habría de pagar de mi propia bolsa, si no soy culpable de una broma inofensiva? Por eso te he buscado, querido Andvari mugroso, y no te soltaré hasta que me hayas entregado tu tesoro.
El amo gruñó y pateó, pero eventualmente no tuvo otra que ceder. Una por una, todas sus joyas y monedas desaparecieron en el costal que el dios cargaba; pero justo cuando este estaba a punto de soltar al enano y sentí que mi oportunidad se iba decidí tomar el timón. Traicionando al enano, revelé mi presencia y Loki exclamó:
-Sabía que me ocultabas algo. Lo quiero también.
Andvari protestó como nunca antes lo había hecho, pero antes de entregarme me tomó y susurró:
-Serás el instrumento de mi maldición. No puedes actuar contra tu naturaleza, pero hoy decreto que hasta que vuelvas a mí quien recurra a tus artes solo atraerá para sí corrupción y mala fortuna.
Aquella fue la única vez que vi a Andvari e ignoro que sucedió con él. Tampoco sé si Loki escuchó su rencoroso conjuro, pero es cierto que nunca recurrió a mí. Lo siguiente que recuerdo es la cámara de oro y rubí de Hreidmar, rey de los enanos y sus hijos supervivientes: el fuerte Fafnir y el taimado Regin. Y a los pies del trono una piel de nutria, que Loki comenzó a cubrir del tesoro robado, pero la tarea parecía extrañamente interminable. Alguna magia oscura, producto del dolor, debía actuar sobre aquella piel, pues pese a que el dios la cubrió con el tesoro más grande jamás visto nunca parecía saciarse, incluso cuando la última moneda cayó sobre la piel, un único pelo marrón se negaba a esconderse debajo del oro. Sonriendo como si hubiera sido su plan desde el principio, fue entonces cuando Loki me tomó y tras aconsejarle al rey que no me utilizara, me arrojó sobre el piso y por fin terminó su castigo.
Apenas cambié de manos y comencé a susurrarle al rey que desoyera la advertencia, que sólo yo le era leal, que conmigo a su lado no habría salones más prósperos que los suyos, y me enorgullece afirmar que ninguna era cierta, pero sucumbió más rápido de lo que incluso yo esperaba. Multipliqué su oro y cubrí de zafiros sus columnas, y pronto me convertí en su favorito, su confidente, su tesoro más preciado, pues me tenía cerca de su corazón día y noche. Entre más tenía más ansiaba y aumentaron sus impuestos y sus conquistas, los enanos nunca habían sido tan ricos, pero también tan odiados.
Lo que el rey ignoraba es que, las pocas veces que me dejaba libre, susurraba también en el oído de sus hijos. Si antes los dos codiciaban el trono, lentamente los convencí que era más importante el tesoro y que la clave para obtenerlo era yo mismo. Regin lo planeó todo: la falta de guardias, las monturas ocultas, el amparo de la noche, pero fue Fafnir el ejecutor, pues este fue quien entró a los aposentos de su padre, le rajó la garganta con un puñal negro y se aferró a mí para escapar.
Cabalgamos los tres por siete días y sus noches, y con cada paso le procuré a los príncipes nuevas monedas hasta que el tesoro que acumularon superó al de su padre asesinado. Al principio, los hermanos se rotaban mi posesión y fue así que tejí mi ardid, pues a Fafnir le dije que temía que Regin nos traicionara y me robara, mientras que al otro le dije justo lo contrario. Estaba dormido cuando la pelea comenzó, entonces no sabría decir quien la inició, pero la octava noche corrí protegido por Fafnir mientras Regin clamaba venganza con las piernas rotas y el hombro acuchillado.
Nos refugiamos en una cueva, en la que aún moramos siglos después, y fingiendo fidelidad a mi señor hice crecer su tesoro hasta que las monedas resbalaban hasta la entrada de la caverna. Fafnir dormía abrazándome, declarándome amor eterno, y con los años el también creció: sus dedos se convirtieron en garras, el cuerpo se le cubrió de asquerosas escamas, los dientes en colmillos se volvieron y alas y cola surgieron una mañana. Debo confesar, nunca estuve tan orgulloso de mí mismo como el día en que el dragón escupió fuego, pues por fin se veía como el monstruo en el que lo había convertido.
Mi nombre es Andvaranaut, regalo maldito, el anillo de oro, y espero en la oscuridad de la cueva del ladrón, listo para seducir a un nuevo portador.
¡Bienvenidos pasajeros! En este cuento recupero el trasfondo del anillo mágico más famoso de la mitología nórdica, que sería pieza clave en la trágica historia de los héroes Sigfrido y Brunilda, quizá la historia escandinava más famosa al haber sido inmortalizada en óperas y arte. Como muchos quizá se hayan dado cuenta, las similitudes con el anillo de poder del señor de los anillos son impresionantes, y esa es la razón por la que quise contar esa historia.
Así como Tolkien, Shakespeare, Cervantes y muchos otros recuperan elementos de las historias populares para sus propias creaciones. Incluso si nos limitamos a la mitología clásica la diversidad de versiones de algunos relatos se debe probablemente a que los narradores se "copiaban" entre ellos y le daban su propio giro. ¿Cuál es la moraleja? En lugar de acusar a los artistas de falta de originalidad, se les debería reconocer el bagaje cultural y profunda investigación que debe existir para escribir, y mientras no sea un robo total, no veo ningún problema en darle el propio giro a arquetipos y estructuras básicas, pues en ellas se contienen lecciones relevantes en todos los siglos.
Bienvenidos personajes...
Navegante del Clío
Comments