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El último samurái

¡Bienvenidos pasajeros! Uno de los arquetipos más criticados de Hollywood es el del salvador blanco, en el que un occidental (usualmente británico o norteamericano) entrena a una minoría étnica para oponerse a la colonización. Este es sin duda un estereotipo irrespetuoso y reprochable, pero en esta ocasión quiero discutir el que es uno de los pocos ejemplos donde creo que funciona.


Estrenada en 2003, la película es dirigida por Edward Zwick, quien coescribe el guion con John Logan y Marshall Herskovitz. Vagamente inspirada por la rebelión Satsuma de 1877, el drama histórico fue un éxito taquillero y estuvo nominado a cuatro premios Oscar, aunque no ganó ninguno. El elenco está encabezado por Tom Cruise (Nathan Algren) y Ken Watanabe (Moritsugu Katsimoto), contando además con la participación de Koyuki Kato (Taka), Shin Koyamada (Moritsugu Nobutada), Tony Goldwyn (Bagley), Masato Harada (Matsue Omura), Hiroyuki Sanada (Ujio), Seizo Fukumoto (Samurai anciano) y Timothy Spall (Simon Graham).


La película está enmarcada a finales del siglo XIX, cuando un grupo de soldados norteamericanos son contratados para entrenar un ejército japonés durante la época de modernización (con armas de fuego), que tiene la misión de detener una rebelión de samuráis contra el emperador. Después de la primera batalla, uno de los soldados (Cruise) es capturado y establece una compleja relación con el líder rebelde (Watanabe). Grabándose en Nueva Zelanda, la película destaca técnicamente por su pálida paleta de colores, que realza el tema de la película, y una excelente dirección de secuencias de acción (particularmente el último combate, que me parece una de las secuencias de acción mejor coreografiadas de la primera década de los 2000's), además de una preciosa (épica y conmovedora a la vez) banda sonora a cargo de Hans Zimmer.


Lo primero que debo decir es que el discurso de la película, me parece un poco simplista pues considera a los samuráis completamente virtuosos y los empresarios japoneses como totalmente corruptos, careciendo de la ambigüedad de las mejores cintas históricas. Sin embargo, una de las escenas finales hace un intento por ofrecer matices en un buen monólogo en el que se reconoce el valor tanto de las tradiciones como de la modernización, y la necesidad de encontrar el balance entre ambos. Por otra parte, el guión, aunque poco sutil en sus temas, es sobresaliente en los arcos de personajes y la dinámica del elenco, particularmente entre los dos protagónicos, que construyen una relación sólida a través del intercambio cultural. Debo decir sin embargo, que el elenco japonés, incluso los actores secundarios, son infinitamente más memorables que el elenco norteamericano, quizá por una mayor cercanía con el material. En el primer grupo, Cruise es adecuado (si bien no excelente), siendo Tony Goldwyn quizá el que más destaca, mientras que en el segundo, los actores (en conjunto con un diseño de vestuario con muchos detalles) logran construir personajes con muy pocos diálogos, siendo los más memorables entre los secundarios Seizo Fukumoto y el actor que interpreta al joven capitán cuyo nombre lamentablemente no encontré.


No puedo opinar de buena fe sobre si la cinta adapta con fidelidad la historia y cultura japonesa, aunque no hubo nada que resaltara para mí como explícitamente erróneo. Sin embargo, el hecho que financieramente fuera más exitosa en Japón que en Estados Unidos podría ser un indicio que el proceso de adaptación fue respetuoso. En cuanto a los hechos en los que se inspira, el guión se toma muchas libertades, pero como he comentado anteriormente, si fortalece la historia, creo que es algo permisible siempre y cuando se abra la puerta a investigaciones más profundas.


Quiero cerrar esta reseña con mi interpretación sobre el fenómeno del salvador blanco. El primer punto por aclarar es que, pese al marketing engañoso, el personaje central de la película es Katsimoto, interpretado magistralmente por Ken Watanabe, quien es el último samurái a quien el título hace referencia (aunque hay quienes argumentarían que el título está mal traducido, y la intención original era un plural, lo que reforzaría que el eje central es un grupo cultural y no un sólo personaje). Katsimoto es el verdadero protagonista de la cinta, tanto como brújula moral como ancla narrativa, y al convertirse en el mentor de Algren se convierte en el catalizador del desarrollo de este. Algren desde cierto punto de vista es de asistencia para los rebeldes, y es fundamental para la resolución; pero no es un salvador. Por el contrario, la película discute abiertamente con el arquetipo al plantear que los soldados americanos son contratados como "salvadores blancos" por los antagonistas de la cinta, y sus avances tecnológicos son un obstáculo para los protagonistas, no una herramienta. El final, que no contaré aquí, también desafía el arquetipo, pues tiene elementos claramente agridulces.


En conclusión, aunque superficialmente la película parecería contar la historia cliché (y un tanto racista) de un hombre civilizado que se enamora del "buen salvaje" y traiciona a los suyos para salvarlo de la aniquilación, en realidad es una cinta profunda sobre los desafíos de un encuentro genuino entre dos culturas, encarnado en una relación de amistad entre dos hombres que aprenden a tratarse como iguales.





Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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